Boston y más allá: terrorismo dentro y fuera del país

Abril, generalmente, es un mes alegre en Nueva Inglaterra, con los primeros signos de la primavera y el duro invierno en retroceso. Pero no este año.

Todo esto fue trastocado por las bombas en el Maratón de Boston el 15 de abril, y la tensa semana que siguió a aquellos acontecimientos. Varios de mis amigos se encontraban en la línea de meta cuando estallaron las bombas. Otros viven cerca del lugar donde Dzhokhar Tsarnaev, el segundo de los sospechosos, fue capturado. El joven oficial de policía Sean Collier fue asesinado justo enfrente donde se encuentra el edificio de oficinas donde trabajo.

Es raro para los occidentales tener el privilegio de ver directamente lo que otros muchos experimentan todos los días, por ejemplo en un remoto pueblo de Yemen, la misma semana en que ocurrieron los atentados de Boston.

El 23 de abril, el activista y periodista yemení Farea Al-Muslimi, que ha estudiado en una escuela secundaria estadounidense, testificó ante un Comité del Senado de los Estados Unidos que, justo después de los atentados del Maratón, un ataque aéreo en su pueblo natal en Yemen causó varias víctimas mortales.

El ataque aterrorizó a los aldeanos, convirtiéndolos en enemigos de los Estados Unidos, algo que ni la propaganda yihadista había podido lograr. Los vecinos del pueblo admiraban a los Estados Unidos, dijo Al-Muslimi al Comité, pero “Ahora cuando piensan en Estados Unidos lo hacen con miedo a que los aviones sobrevuelen de nuevo sobre sus cabezas. Lo que los radicales no habían logrado con anterioridad en mi pueblo, lo ha logrado en un instante un ataque aéreo”.

Así que otro triunfo del Programa Mundial de Asesinatos del Presidente Obama, que genera odio hacia los Estados Unidos y supone una mayor amenaza para sus ciudadanos que la rapidez con la que se asesinan a personas de las que se sospecha pueden suponer un peligro para nosotros hoy en día.

El objetivo del asesinato perpetrado en el pueblo yemení era el de inducir el máximo terror en la población, cuando fácilmente se podía haber detenido al sospechoso, siendo éste muy conocido, dijo Al-Muslimi. Esta es otra característica habitual de las operaciones terroristas a nivel global.

No había forma directa de prevenir los asesiantos de Boston. Pero hay algunas maneras fáciles de prevenir posibles acciones futuras: no incitarlos. Esto también es válido para otro caso de asesinato de un sospechoso, un cuerpo eliminado sin autopsia, cuando fácilmente podía haber sido detenido y llevado a juicio:; Osama bin Laden.

Este asesinato tuvo también consecuencias. Para localizar a bin Laden, la CIA puso en marcha una campaña fraudulenta de vacunación en un barrio pobre, que luego, sin haber finalizado la anterior, fue trasladada a una zona más rica, donde se pensaba que el sospechoso podía estar.

La operación de la CIA violó principios tan antiguos y fundamentales como el juramento hipocrático. Así mismo, se puso en peligro a los trabajadores sanitarios que formaban parte de un programa de vacunación contra la polio en Pakistán, varios de los cuales fueron secuestrados y asesinados, lo que llevó a la ONU a cancelar esta campaña.

La artimaña de la CIA también dará lugar a la muerte de un número indeterminado de paquistaníes que han sido privados de la protección de la vacuna de la polio, porque temen que los asesinos extranjeros pueden aún seguir explotando los programas de vacunación.

El científico Leslie Roberts de la Columbia University Healtj estima que este incidente puede ser la causa deunos 100.000 casos de polio, según dijo a la revista Scientific American “la gente dirá que la causa de esta enfermedad, de que este niño esté tullido, se debe a que los Estados Unidos actuó de forma irresponsable para capturar a Osama bin Laden”.

Y la gente puede reaccionar en el caso de que se sientan agraviados en la manera en que produzcan en sus verdugos consternación e indignación.

Y consecuencias más graves podrían haberse producido. Las fuerzas de operaciones especiales (SEAL) de la Marina de los Estados Unidos tenían órdenes de atacar para evitar su salida. Pakistán tiene un ejército bien entrenado y comprometido en la defensa del Estado. Si se hubiera enfrentado a los invasores, Washington no los habría dejado a su suerte. Al contrario, habría actuado la máquina de matar estadounidense para rescatarlos, lo que posiblemente podría haber llevado a una guerra nuclear.

Hay una larga y muy instructiva historia que nos cuenta la disposición de los gobernantes a arriesgar la vida de sus ciudadanos, a veces de forma grave, en aras de sus objetivos políticos, y no sólo por parte del Estado más poderoso del mundo. No nos damos cuenta del peligro que corremos.

No es el momento de tratar este asunto ahora. Pero bien podemos informarnos a través de un libro del periodista de investigación Jeremy Scahill: “Guerras sucias: el mundo es un campo de batalla”.

Scahill revela escalofriantes detalles describiendo los efectos sobre el terreno de las operaciones militares estadounidenses, ataques terroristas desde el aire (drones) y las hazañas del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, que creció mucho desde la Presidencia de George W. Bush, y que ha acabado convirtiéndose en el arma preferida del Presidente Obama.

Hay que tener en cuenta la astuta observación del activista y autor Fred Branfman, que casi sin ayuda expuso los horrores de las guerras secretas de los Estados Unidos en Laos en los años 1960, extendiéndose más allá.

Considerando la máquina de matar y el uso de los drones, Branfman nos recuerda el testimonio ante el Senado en 1969 de Monteagle Stearns, subjefe de la misión estadounidense en Laos entre 1969 y 1972.

Al preguntarle por qué los Estados Unidos intensificó sus bombardeos después de que el Presidente Johnson ordenase un alto el fuego en Vietnam del Norte en 1968, Stearns dijo: “Bueno, teníamos todos esos aviones asentados en las inmediaciones y no podíamos dejarlos sin nada que hacer” – por tanto los usamos contra campesinos pobres de las remotas aldeas del norte de Laos, que tuvieron que esconderse en cuevas para poder sobrevivir, incluso penetrando en las cuevas con nuestra avanzada tecnología. (Léase el testimonio en: https://noticiasdeabajo.wordpress.com/2012/06/18/cuando-chomsky-lloro/)

El Comando de Operaciones Especiales y los drones son máquinas de generar terror a medida que crecen y se expanden, convirtiéndonos en objetivos potenciales a medida que se extienden por gran parte del mundo. Y el poder Ejecutivo no va a querer tenerlos solamente sentados.

No estaría de más contemplar este trozo de la historia, al finalizar el siglo XX.

En su libro Policing America’s Empire: The United States, the Philippines and the Rise of the Surveillance State, el historiador Alfred McCoy explora en profundidad el proceso de pacificación de Filipinas después de la invasión de los Estados Unidos, en la que murieron miles de personas fruto de la barbarie y la tortura.

Los conquistadores establecieron un sofisticado sistema de vigilancia y control, utilizando la tecnología más avanzada para asegurar la obediencia, con una consecuencias en Filipinas que todavía se dejan sentir en la actualidad.

Y como demuestra McCoy, no pasó mucho tiempo antes de que estos éxitos también se aplicasen en casa, donde se emplean tales métodos para controlar a la población mediante vuelos interiores de una forma más suave, pero no por ello más atractiva.

Podemos esperar más de lo mismo. Los peligros de un poder monopolizado y no regulado, especialmente del Gobierno, no son nada nuevo. La reacción correcta no debiera ser el consentimiento pasivo.

Noam Chomsky es Profesor (retirado) del Instituto MIT. Es autor de numerosos libros y artículos sobre asuntos internacionales y temas socio-políticos, y participa desde hace mucho tiempo en movimientos activistas.

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