Por: Manuel Hernández
Primera lección.- La sentencia N° 2018-19511 de la Sala Constitucional, tal vez con más rigor, el voto del viernes negro, que declaró que el 20.580 no contiene ningún vicio de inconstitucionalidad, deja a cualquiera pasmado y hará correr, por lo menos, ríos de tinta.
El voto del más alto Tribunal de la República, el máximo intérprete de la Constitución Política, confirma que la independencia de poderes es un mito y desnuda la inocencia de Montesquieu. ¡Y no sólo del barón de Montesquieu!
La proclamada independencia de poderes, no es más que un reparto formal de competencias, una distribución funcional del poder, a conveniencia de la clase política-empresarial hegemónica, que pone presidentes, diputados y magistrados.
¿Al fin de cuentas, qué tenemos? Los tres poderes hechos una sola mancuerna, en franca conjura contra las libertades democráticas de las clases subordinadas y los derechos de las personas trabajadoras.
Segunda lección.- El proceso de lucha social contra el 20.580, advierte que los cauces democráticos y la efectividad de los mecanismos institucionales se están agotando o lamentablemente están agotados.
Tienen arrinconada la democracia.
Estamos metidos en un callejón. ¿La salida? No se ve tan clara dentro del marco de aquellos cauces desvalorizados de la institucionalidad. ¿La salida?
Tercera lección.- La democracia no se puede pensar sin libertad sindical y libertades públicas. Decía Lenin: “sería ridículo pensar siquiera en un verdadero derecho de huelga cuando no existe libertad política.”
A lo largo de tantos días de huelga, las personas trabajadoras recuperaron democracia en las calles, los puentes y plazas públicas.
Estos son los escenarios naturales de poder de la clase trabajadora, donde se defiende y fortalece la democracia.
Se reivindicaron vigorosamente las libertades públicas: libertad de expresión, reunión, manifestación pública y movilización, inescindibles del Derecho de Huelga.
¡La huelga es libertad de expresión. Libertad de presión¡ Un derecho irrenunciable que le pertenece a la clase trabajadora, sólo por su situación de clase explotada, que no necesita que ningún ordenamiento jurídico, ni juez se lo reconozca.
Reacción: Ahora, los políticos arremeten furibundos contra estas libertades fundamentales, impulsando proyectos de ley, antidemocráticos y reaccionarios, en curso en el primer poder de la República, que criminalizan la protesta social, penalizan la huelga y pretenden disolver los sindicatos por ejercer las libertades políticas.
Anti-lección.- Mitterrand acotaba que los franceses hacen huelga los lunes, porque suben el pan; los martes se manifiestan porque ganan poco, y los miércoles protestan por la falta de libertades. Pero, el domingo, votan por la derecha.
Cosas veredes.