Junto a Martí, por el bien de la humanidad

Este 28 de enero, día en que el Apóstol de Cuba cumple 162 años y es la fecha en la que iniciamos una jornada de recordación de su vida, obra y pensamiento, a propósito del 120 aniversario de varios y decisivos acontecimientos históricos de nuestra patria, tales como el reinicio de las luchas por la independencia de Cuba, el 24 de febrero de 1895, con la Guerra necesaria. El pensamiento martiano deviene arma medular para enfrentar la sostenida y alarmante crisis mundial. Se ubica así, su ideario ético, político y humanista en el epicentro de una batalla que tiene en la cultura y las ideas sus principales frentes y recordemos que esta cruzada debemos no solo librarla, sino vencerla, porque de ella depende el futuro de la humanidad.

Hace unos días, desde mi condición de cubano de vocación martiana, convidé desde las páginas del periódico Juventud Rebelde, a pensar el futuro de Cuba, de Latinoamérica y del mundo, desde la realidad que vivimos y ante los cardinales desafíos que nos obligan a pensar y a actuar con claridad, en un contexto políticamente complejo a escala global, bajo un orden económico insostenible ─el del sistema capitalista de explotación mundial─ y una guerra cultural en la que no pocos se aferran a promover los valores de dicho sistema. Es precisamente la crisis del capitalismo y la necesidad de abrirle paso a una cultura genuina y de vanguardia que siga apostando por la alternativa socialista, emancipatoria, humanista y de justicia social; lo que nos hace ser, como Fidel, fieles e invencibles seguidores de Martí, por lo que su pensamiento alcanza una extraordinaria actualidad, de ahí que su universalidad crezca cada día. Por eso a 120 años del reinicio de las luchas independentistas cubanas, es imprescindible estudiar con más profundidad a Martí, desde la cosmovisión que él nos entrega de los valores de la nación cubana y de toda nuestra historia. Recordemos también que nuestra América se fortalece y por ello seguir luchando por el equilibrio del mundo es cuestión de suma importancia.

No olvidemos, asimismo, que es indispensable un Diálogo de generaciones que se oriente desde la tradición martiana, desde lo más autóctono de las raíces latinoamericanas y caribeñas. Hoy es preciso que se fortalezca la lucha que libran los pueblos de la América nuestra y se establezca un diálogo civilizacional a partir de la idea martiana: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

Hemos seguido con mucha atención los nuevos acontecimientos que han tenido lugar a partir del 17 de diciembre del 2104, las conversaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos. Estoy convencido de que esto es muestra fehaciente de dos cuestiones esenciales: la fuerza y dignidad de nuestro pueblo y la decadencia del sistema capitalista. Con el ojo previsor de Martí, quien vivió largos años en los Estados Unidos y como nadie de su tiempo lo conoció, debemos seguir fortaleciéndonos en el terreno ideológico-cultural. Ganemos a pensamiento esta necesaria batalla siendo radicales y armoniosos, eligiendo, como Martí, la fórmula del amor triunfante: con todos y para el bien de todos.

Por estas razones, el Centro de Estudios Martianos ha creado el grupo interdisciplinario José Martí y su visión sobre los Estados Unidos para estudiar estos temas con el apoyo de otras instituciones.

Por: Armando Hart Dávalos

Con José Martí: raíces y luz

Concisión y sonoridad pudieran explicar que el topónimo Yara se haya sobrepuesto con facilidad a Radiocentro, nombre que identificó durante años a un céntrico cine habanero, y tal vez explique asimismo que en el habla popular se use como sinónimo del adverbio ya. Pero hasta en esas sustituciones debe considerarse el prestigio y la familiaridad de Yara en la tradición patriótica del país. En enero de 1869, poco más de tres meses después de comenzar la Guerra de los Diez Años, José Martí, erguido en las señales de su entorno, plasmó el dilema que en su tiempo tenía ante sí la nación cubana en formación: “O Yara o Madrid”.

Tal ha sido la significación de Yara que, entre muchos aciertos, ha dado lugar a una confusión histórica: se ha suplantado la realidad que fue el Grito de Demajagua por una de nombre más fácil de pronunciar, Grito de Yara. El error está presente en documentos fundamentales de la patria, y se implantó con firmeza pétrea y crédito de nombre oficial en la chimenea de un central azucarero. Como en el justo afán de revertir la infundada identificación del levantamiento del 24 de febrero de 1895 como Grito de Baire, con lo que se rinde homenaje a una sola entre las localidades envueltas en el estallido simultáneo de aquella fecha, poco éxito han tenido los reclamos de recordar correctamente los hechos: el 10 de octubre de 1868 el grito de independencia de Cuba se dio en el ingenio Demajagua, y lo sucedido en Yara, el bautismo de fuego de las tropas mambisas, tuvo lugar el 11.

Era natural que una tropa irregular, escasa en experiencia militar y pertrechos, no pudiera derrotar a representantes de un ejército que gozaba de ventaja. Para los independentistas el valor de aquella vivencia fue moral: no se rindieron ante el enemigo poderoso, y ello hizo de Yara un símbolo que remite por derecho a la voluntad de lucha del pueblo cubano, a su afán de triunfar con la justicia y convertir los reveses en victoria, por lo menos desde el período que José Martí llamó “de preparación gloriosa y cruenta”, la antesala del estallido del 68, arrancada patente de una nación que braceaba por dejar de ser colonia.

En el camino se ubicaron el propio estancamiento de la gesta iniciada entonces y la heroica Protesta de Baraguá, que no tuvo la repercusión práctica merecida: revertir los designios del Pacto del Zanjón, como tampoco lo consiguió la Guerra Chiquita entre 1879 y 1880. Sobreponerse a golpes y alcanzar metas mayores estuvo en la médula del afán que llevó hasta el alzamiento del 24 de febrero de 1895, preparado por Martí. Los fanáticos del pragmatismo, corriente de pensamiento que no por gusto surgió con signo capitalista, y no se debe confundir con el espíritu práctico sano, serán quienes supongan que el triunfo material certifica la razón de los actos.

Otras han sido y serán la actitud y las perspectivas de quienes en Cuba seguirían las luces del 68 y del 95. Recordemos los ejemplos de las vanguardias representadas por Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras; los afanes más esclarecidos de quienes, en la luz encendida por Mella, abrazaron juntas las lecciones de Martí y las del marxismo; los actos de lo que ha pasado a la historia como generación del centenario martiano, una avanzada capaz de acometer proezas como las emblemáticas del 26 de julio de 1953, y movilizar crecientemente al pueblo hasta el triunfo de 1959.

En el centro de las frustraciones sufridas por Cuba operaba la herencia, o presencia viva, de la realidad implantada desde que en 1898 las crecientes fuerzas imperiales de los Estados Unidos intervinieron en la guerra que el patriotismo cubano libraba contra el colonialismo español, e impidieron el triunfo de los mambises y la instauración de la república moral con que soñó y por la cual luchó y murió Martí. Él había logrado un movimiento unitario sin precedentes en nuestra historia, y nos legó el fundamento moral —así lo ha llamado el líder histórico Fidel Castro— de lo que nuestra patria ha hecho después, y está convocada, por su deber y su honor, a seguir haciendo.

El héroe a quien rendimos tributo por el aniversario 162 de su nacimiento y en el año en que se cumplirán 120 de su muerte en combate, sigue vivo como guía motor en ese fundamento, porque pensó y actuó a la altura de sus circunstancias, con resolución y luz válidas para entonces, para hoy y para el porvenir. Preparó una guerra cuyos fines mayores no terminaban en la liberación nacional de Cuba: incluían asegurar la independencia de las Antillas, como afirmó en su carta póstuma a Manuel Mercado, para que los Estados Unidos no se apoderasen de ellas, lo que le permitiría a la emergente potencia caer, “con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

La contienda recién empezaba, estaba por delante la necesidad de derrotar al ejército colonialista español, y el héroe, expresaba rotundamente su voluntad de impedir que se consumaran los planes del poderoso vecino: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. Liberar a la patria significaba también impedir que se hiciera realidad la teoría de la “fruta madura”. Ese engendro —resumen de una apetencia que venía de los fundadores de una nación voraz y expansionista— tuvo su bautismo textual en los Estados Unidos en 1823, treinta años antes de que naciera José Martí, y más de un siglo antes que Fidel Castro.

El afán imperial de apoderarse de Cuba hallaría la complicidad de anexionistas y autonomistas, especies políticas que no han desaparecido. A lo sumo se han fundido en una misma actitud antipatriótica, con ideólogos o ideologuillos abrazados a la “razón instrumental”, no a la guía moral que Martí continúa encarnando. En la carta citada repudió ambas tendencias, y dijo que la primera era “menos temible”, pero no porque fuera mejor que la otra, sino “por la poca realidad de sus aspirantes”, quienes soñaban con que Cuba fuera un estado más en una federación imperialista cuyos gobernantes lo que buscaban era sustituir a España en su dominación colonial. Por su parte, los cabecillas del autonomismo preferían tener “un amo, yanqui o español”, que les asegurase sus privilegios de “prohombres” que, tanto como sus primos anexionistas, despreciaban a “la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país,—la masa inteligente y creadora de blancos y negros”.

Las señales decisivas sobre el peligro que venía de los Estados Unidos se las había dado al agudo veedor el Congreso Internacional de Washington, celebrado en lo que el autor de Versos sencillos definió como “aquel invierno de angustia” de 1889-1890. El foro le confirmó su previsión sobre los planes que el Norte urdía para los pueblos de nuestra América ya entonces independientes. De ahí su pregunta increpante: “¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? ¿Por qué han de pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización?”

Denuncia así el inicio visible del panamericanismo imperialista, contra el cual todavía es necesario seguir luchando en nuestra América, y se han dado pasos tan importantes como la creación del ALBA y la CELAC, impensables sin la resistencia de la Revolución Cubana frente a la agresividad imperialista. Sin esa resistencia sería difícil explicar la fuerza emancipadora impulsada, junto a Cuba, por países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros. Y esa Cuba de la resistencia revolucionaria se hizo revirtiendo la tragedia histórica iniciada en 1898.

Con aquel Congreso Internacional de 1889-1890 a la vista, para Martí quedó claro que a Cuba, todavía colonia y, por tanto —como Puerto Rico—, ni siquiera representada en el temible foro, las fuerzas dominantes en los Estados Unidos le reservaban un destino todavía peor: “Sobre nuestra tierra […] hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres: Ni maldad más fría”, escribió Martí a su colaborador Gonzalo de Quesada Aróstegui.

Ve la trampa que se urde, y añade a lo citado: “¿Morir, para dar pie en qué levantarse a estas gentes que nos empujan a la muerte para su beneficio? Valen más nuestras vidas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay cubanos, cubanos, que sirven, con alardes disimulados de patriotismo, estos intereses!” Pero también, o sobre todo, es consciente de la necesidad de hacer la guerra para librar a Cuba, en lo inmediato, del poderío español. La opción será, pues, hacerla de modo que no conviniera a los planes estadounidenses.

Siete años antes, en carta del 20 de julio de 1882, le había expresado a Máximo Gómez que la patria necesitaba tener “en pie, elocuente y erguido, moderado, profundo, un partido revolucionario que inspire, por la cohesión y modestia de sus hombres, y la sensatez de sus propósitos, una confianza suficiente para acallar el anhelo del país”, e impedir que este se vuelva “a los hombres del partido anexionista que surgirán entonces”. A inicios de 1895, fundado desde el 10 de abril de 1892 ese cuerpo con la creación del Partido Revolucionario Cubano, habrá llegado la hora de poner en pie a las tropas independentistas para librar la guerra necesaria, que debía ser bien organizada y dirigida, para conjurar las aspiraciones injerencistas del poderoso vecino.

El 5 de abril de 1894 había publicado en Patria el artículo “Crece”, donde se refiere a la posibilidad de que las fuerzas revolucionarias no triunfaran. Habría sido funesto insistir en esa posibilidad cuando urgía allegar recursos y hallar combatientes para la guerra, pero el líder expone resueltamente: “En lo que cabe duda es en la posibilidad de la revolución. Eso es lo de hombres: hacerla posible. Eso es el deber patrio de hoy, y el verdadero y único deber científico en la sociedad cubana. Si se intenta honradamente, y no se puede, bien está, aunque ruede por tierra el corazón desengañado: pero rodaría contento, porque así tendría esa raíz más la revolución inevitable de mañana”.

Doce días después de aparecer “Crece” —donde su concepción del deber científico se opone a males como el pragmático positivismo de la cúpula autonomista—, en el mismo periódico Patria circula “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. El alma de la revolución, y el deber de Cuba en América”, artículo más conocido que aquel, y donde resume grandes desafíos que urge vencer: “En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder,—mero fortín de la Roma americana;—y si libres—y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora—serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte”.

Ante circunstancias tales, afirma, “es un mundo lo que estamos equilibrando: no son solo dos islas las que vamos a libertar”. Ello recuerda cómo define el artículo inicial de las Bases del Partido el propósito inmediato de la organización: “lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. Él, que ha calado en las entrañas de los foros de 1889-1890 y 1891, acelera desde entonces los preparativos de la guerra.

En la fase final de esos preparativos la revolución sufre un duro golpe, que no podría verse como un mero acontecimiento aislado. Es enero de 1895, y en el puerto floridano de Fernandina autoridades estadounidenses, apoyadas por un cubano algo más que sospechoso de traidor a la patria, descubren un plan expedicionario cuidadosamente preparado por Martí, quien había actuado en secreto. Lo sabía necesario para imprimir fuerza a la guerra desde el inicio con un levantamiento que, además de simultáneo en las localidades comprometidas, fuera sorpresivo. La contienda debía ser “breve y directa como el rayo”, según él había señalado en uno de sus textos sobre Cuba y Puerto Rico, y de distintas formas en otros, no solo para que el derramamiento de sangre fuera el menor posible, sino también para no dar tiempo y ocasión a los pretextos intervencionistas de los Estados Unidos.

El factor sorpresa lo frustra el golpe de Fernandina; pero en aquellas circunstancias no hay marcha atrás, ni Martí desea que la haya: la guerra indispensable se hace a tiempo, o no se hace. Lo revelado en Fernandina era obra grande, y el líder desplegó su capacidad de persuasión, el respeto y la confianza que se había ganado entre sus seguidores, y logró que el revés no impidiera el levantamiento necesario.

Lo que vino después se conoce. El fundador murió prematuramente, sin que la República en Armas tuviera la estructura necesaria, en función de la cual había concebido él —en términos y realidades que expresan, incluso en las condiciones de la guerra, su sentido de la sincera democracia defendida en las Bases del Partido— “la Asamblea de Delegados de todo el pueblo cubano visible”. Este, en su concepto, lo formaban “todas las masas cubanas alzadas”, de las cuales los jefes serían parte. Circunstancias adversas, y señaladamente su muerte, a la que se unió el 7 de diciembre de 1896 la de Antonio Maceo, obstaculizaron la eficacia de las fuerzas patrióticas, y en 1898 se consumó la intervención estadounidense.

Sesenta años después de ese violento acto injerencista, el imperio no perdonaría la decisión cubana de hacer realidad, con el triunfo de 1959, el proyecto de liberación, soberanía y república plena heredado de Martí. Tras el triunfo de la Revolución, el Norte puso en marcha contra Cuba la hostilidad que incluiría una invasión armada y actos terroristas varios, junto a un férreo bloqueo económico, financiero y comercial.

La resistencia del pueblo cubano en la defensa de sus ideales haría fracasar tales prácticas agresivas, que acabaron aislando a los Estados Unidos en el concierto de países latinoamericanos y en la comunidad internacional. Si a inicios de los años 60 del siglo pasado aquella nación —OEA mediante, y con la complicidad de casi todos los gobiernos del área— consiguió instalar contra Cuba el acoso y el aislamiento, distinta es la realidad de un continente que reclama la presencia de este país en las Cumbres de las Américas. Y durante más de dos décadas, año tras año, la Asamblea General de las Naciones Unidas se convierte en escenario de una aplastante votación contra el bloqueo. Ahora el anuncio de que ese engendro será levantado no debe verse como suficiente para sacarlo de la agenda de la mencionada Asamblea.

El aislamiento de Cuba se ha revertido más allá del continente. La Rusia de hoy, en la que nada apunta al afán de crear una nueva Internacional Comunista, y una China que crece como una de las mayores economías del planeta, intensifican sus vínculos con Cuba, y con el conjunto de nuestra América, donde el influjo de la Revolución Cubana se mantuvo contra la voluntad del imperio. Para este no es solo una isla el área donde necesita mantener o reforzar su influencia, sino todo un continente, como parte de su afán por seguir capitalizando el desequilibrio mundial.

A finales del siglo XX las fuerzas imperiales supondrían que ese desequilibrio estaba alcanzando su culminación. Desmontado el socialismo europeo —lo cual representó un duro golpe para Cuba no solo en términos económicos—, los ideólogos y voceros del imperio creyeron que se consolidaba un mundo unipolar coyundeado por el pensamiento único propio de la pretensa unipolaridad. Pero la realidad va siendo otra, con los cambios experimentados en nuestra América desde los mismos finales del siglo XX y, sobre todo, en lo que va del XXI.

Por: Luis Toledo Sande

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  • El presente artículo y “Con José Martí: para que la victoria siga siendo victoria”, que le dará continuidad en esta sección, provienen de las cuartillas que el autor preparó para cumplimentar, con un resumen de ellas, la invitación a participar el pasado 21 de enero en Dialogar, dialogar, espacio que auspicia la Asociación Hermanos Saíz y sesiona en el habanero Pabellón Cuba. El encuentro de esa fecha se dedicó al tema José Martí en la actualidad cubana.

(Tomado de Cubarte)

Obama, la “nueva era” con Cuba y la cumbre de la CELAC

EL 17 DE diciembre, después de 18 meses de negociaciones secretas con mediación vaticana, el presidente Barack Obama reconoció el fracaso de la política de fuerza de Estados Unidos hacia Cuba, y dio un cambio de timón que deberá conducir a una normalización de relaciones diplomáticas con la Isla. Ganó la política principista de La Habana. Fue una victoria histórica; la diplomacia cubana forzó el entierro de la lógica de Guerra Fría impulsada por diez sucesivas administraciones de la Casa Blanca, de Dwight Einsenhower a George W. Bush. Y lo hizo sin bajar la guardia.

El jueves 22 de enero, en el Palacio de Convenciones de la capital cubana tocó a la secretaria adjunta para América Latina del Departamento de Estado, Roberta Jacobson y a Josefina Vidal, directora general para Estados Unidos de la cancillería isleña, dar el primer paso concreto para intentar dejar atrás 54 años de un vínculo que no ha estado basado en la confianza. Concluida la reunión, ambas funcionarias coincidieron en que será difícil superar las diferencias políticas e ideológicas, y que el proceso de normalización de relaciones será aún largo. Largo y tortuoso, cabe agregar. Pero sin duda asistimos al comienzo de una nueva dinámica, en la cual, para que prospere, Estados Unidos deberá abandonar sus viejos sueños de dominación imperial y distanciarse de su tradicional política subversiva dirigida a forzar un “cambio de régimen” en la Isla.

Del discurso y las primeras acciones de Obama se desprende que acepta al de Raúl Castro como un gobierno legítimo, con el cual se puede coexistir y dialogar. Estados Unidos lo hizo antes con China, con la antigua Unión Soviética y con Vietnam. ¿Por qué no Cuba? En eso hay un evidente cambio de actitud en Obama, que será resistido por el Partido Republicano que ahora controla el Congreso.

Parece razonable especular que el cálculo político de los estrategas de la Oficina Oval ha sido modificado y asumido, debido, fundamentalmente, a los cambios producidos en el seno de la comunidad cubano-estadounidense de La Florida y Washington, hoy más moderada que en el pasado, y a la oposición a la política cubana de Estados Unidos de varios países de América Latina con gobiernos progresistas. Al respecto, cabe recordar que el presidente Obama pasó un mal rato durante la sexta cumbre de Las Américas, en Cartagena, Colombia, cuando varios jefes de Estado latinoamericanos insistieron en la necesidad de un cambio en las relaciones bilaterales entre EEUU y Cuba, con eje en principios diplomáticos tan caros como la no injerencia, la autodeterminación y la soberanía de los pueblos y la solución pacífica de las controversias.

No obstante, del discurso y las acciones de Roberta Jacobson en La Habana, y más allá del clima respetuoso y constructivo que primó en la primera ronda de negociaciones con Josefina Vidal, es fácil deducir que Washington no ha renunciado a intervenir en la política interna de la Isla y que seguirá apostando a formas sutiles de penetración política.

Como adelantó Manuel E. Yepe, Washington insistirá en una estrategia de “soft power” o “poder blando”; derrotado en el terreno de la fuerza, el establishment demócrata insistirá en el método de la “seducción”. Como advirtiera Fidel Castro en el año 2000, dado que no han podido destruir a la Revolución con procedimientos criminales, “sueñan” que podrán hacerlo mediante “métodos seductores”, como el que han bautizado “política de contactos pueblo a pueblo”. Entonces Fidel aceptó el reto y les dijo a las autoridades en Washington: “Pero jueguen limpio”.

Hoy Obama sabe que un elemento clave y esencial del proceso de normalización de relaciones pasa por el levantamiento del criminal bloqueo económico, comercial y financiero. También conoce que Washington debe rectificar la injusta inclusión de Cuba en la lista de estados patrocinadores del terrorismo internacional. Está claro, asimismo, que él ni nadie puede pretender que Cuba renuncie a sus principios, y que de darse la reanudación del vínculo diplomático deberá ser con base a una relación de iguales. Es decir, con eje en el respeto a la igualdad soberana de los estados, principio fundamental de la Carta de las Naciones Unidas.

En ese contexto es necesario advertir que durante la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a celebrarse en San José de Costa Rica los días 28 y 29 de enero, viejos operadores de las políticas encubiertas de Washington y sus aliados intentarán desacreditar a Cuba y debilitar la política de los países del ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América).

Existen evidencias de que en sendas reuniones realizadas en México a comienzos de diciembre de 2014, fueron planificadas una serie de acciones a desarrollar en un eventual evento paralelo a la Cumbre de la CELAC de esta semana en Costa Rica, dirigidas a debilitar el bloque regional de países progresistas reunidos en el ALBA y la Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas).

El proyecto se concibió durante el evento denominado “Caminos para una Cuba democrática”, auspiciado y co-financiado por la Fundación Konrad Adenauer (KAS, por sus siglas en alemán), poderoso instituto conservador germano asociado con el partido Unión Demócrata Cristiana, con sede en Wesseling, Alemania.

El evento “Caminos para una Cuba democrática”, co-patrocinado por la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), tuvo lugar en Veracruz, en vísperas de la vigesimocuarta edición de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en ese puerto mexicano los días 8 y 9 de diciembre. Fue precedido por una Cumbre de Jóvenes Iberoamericanos, también auspiciada por la Konrad Adenauer y la OCDA.

Cabe consignar que la KAS forma parte del World Movement for Democracy (Movimiento Mundial para la Democracia), entidad internacional creada por la Fundación para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), cuyo financiamiento a su vez es aprobado por el Congreso de Estados Unidos y figura en el presupuesto anual del Departamento de Estado destinado a la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). Varios conspicuos miembros de la NED han sido vinculados con operaciones clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

En su momento, la creación del Movimiento Mundial para la Democracia significó una nueva estrategia de la derecha mundial, cuyo objetivo era y es la construcción de un movimiento globalizado de activistas promotores de la democracia, dirigidos desde Washington D.C. por la NED. En buen romance, la NED pone los insumos políticos e ideológicos y parte del financiamiento, y la OCDA y la Konrad Adenauer ponen la cara y otra parte de los recursos.

A la reunión de Veracruz asistieron un grupo de contrarrevolucionarios cubanos y de la extrema derecha regional, entre quienes estaban la devenida aristócrata “comunicacional” Yoani Sánchez, el desacreditado Guillermo Fariñas y Dagoberto Valdés Hernández. Aunque poco trascendió del encuentro a puertas cerradas y sin difusión mediática − dadas las contradicciones para lograr un mínimo de unidad −, se habrían puesto en perspectivas acciones provocadoras para ser ejecutadas en el marco de la cumbre de la CELAC contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.

A tales efectos se habrían retomado proyectos desarrollados durante la cumbre de la CELAC en Chile (2013), que contara con la anuencia de la Democracia Cristiana local y la representación de la Konrad Adenauer en el país austral. En enero de 2014 intentaron hacer lo mismo en Cuba, pero fracasaron, y ante ello trasladaron el escenario a la Universidad Internacional de la Florida, en Miami.

El “desayuno de trabajo” de Roberta Jacobson con siete disidentes cubanos, el viernes 23, en La Habana, tras las primeras conversaciones de alto nivel entre EEUU y Cuba en 35 años, devela que la intención de la administración Obama es seguir apoyándose en cartuchos quemados. Entre los opositores que conversaron con Jacobson en la residencia del Jefe de la Sección de Intereses de EEUU, estuvieron Martha Beatriz Roque, Guillermo Fariñas, José Daniel Ferrer y Elizardo Sánchez.

Pero no asistió la “lideresa” de las llamadas Damas de Blanco, Berta Soler, porque, según adujo públicamente, no hubo un “balance” en cuanto a la “diversidad de opiniones” de los participantes. En ese caso, como en muchos otros anteriores, el “balance” y la “diversidad” tienen más bien que ver con los jugosos presupuestos que han venido recibiendo de la USAID y la KAS, quienes por año han cultivado la industria de la contrarrevolución.

Huelga decir que nos encontramos en una fase muy temprana del cambio de rumbo de Barack Obama hacia Cuba. Existen indicios de que el Presidente de Estados Unidos buscará capitalizar regionalmente su audaz jugada durante la Cumbre de las Américas, a celebrarse en abril próximo en Panamá. Como sugirió The New York Times el pasado 27 de diciembre, la diplomacia estadounidense estaría presionando para que el presidente mexicano Enrique Peña Nieto y la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff, inviten a disidentes cubanos a la cumbre de Panamá.

En ese contexto, cabe preguntar si resultará o no disonante que esta semana, en Costa Rica, durante la III Cumbre de los países de la CELAC, la Konrad Adenauer concrete su disposición de financiar un nuevo evento paralelo contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. En todo caso, de ser así, ya fuera por inercia o con la participación planeada y encubierta de Washington, tales maniobras obedecerían a la estrategia de “poder blando” y el método de la “seducción” tan afín a la Casa Blanca; pero sin duda restarían vigor al abrumador respaldo que a escala internacional recibió Obama por el anuncio de la “nueva era” en su relación con Cuba.

Carlos Fazio *

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*Periodista, colaborador del diario La Jornada (México) y el semanario Brecha (Montevideo), y docente universitario en las áreas de Ciencias Políticas y Derechos Humanos.

ALAI
24 de enero de 2015
ECUADOR

UNDECA y la CCSS aclaran que no se han publicado los Concursos de plazas


Acta de Acuerdo

En la Sala de reuniones de la Dirección de Administración y Gestión de Personal-DAGP, se efectúa reunión entre los representantes de la Caja Costarricense de Seguro Social, Lic. Guillermo Abarca Agüero, Director de la DAGP, por UNDECA Sr. Carlos Báez Sossa, Sra. Elizabeth Centeno Cascante, Sr. Oliver Esquivel Hernández, Sr. Edgar Masis Masís, acordamos el siguiente punto único:

Publicación de los Concursos de plazas vacantes en la Caja Costarricense de Seguro Social

La Dirección de Administración y Gestión de Personal es garante que no existe a la fecha de la firma de este Acuerdo, instrucción por parte de la Gerencia Administrativa y del Consejo Presidencia y Gerencias, ni de esta Dirección, de que se realice la publicación de los Concursos el próximo el 27 de enero del 2015; por el contrario, efectúa la aclaración de que se estará presentando toda la documentación para que sea atendido nuevamente el tema antes mencionado, en el citado Consejo.

Por lo tanto, la fecha anunciada en el mes de octubre del 2014, en la cual se comunicaba el inicio de la publicación de los Concursos – 27 de enero del 2015- queda suspendida, toda vez, que aún no ha sido resuelto por la Gerencia Administrativa y el Consejo antes mencionado la nueva fecha de inicio de este proceso.

Adicionalmente, la Dirección de Administración y Gestión de Personal, se compromete que la nueva publicación de los Concursos, se realizará mediante Circular emitida por las Gerencias correspondientes; de forma paralela, se emitirá una Circular en la cual se instrumentalizara el procedimiento para el Proceso Concursal, el cual considerará un plazo prudencial para que las Unidades de Gestión de Recursos Humanos puedan efectuar las coordinaciones y acciones respectivas según se establezca en el comunicado.

En fe de lo anterior, todos ratificamos y firmamos, al ser las once y treinta de la mañana el día 23 de enero del 2015

Lic. Guillermo Abarca Agüero
Dirección de Administración y Gestión de Personal CCSS

Carlos Báez Sossa
UNDECA

Elizabeth Centeno Cascante
UNDECA

Olivier Esquivel Hernández
UNDECA

Edgar Masís Masís
UNDECA

UNDECA y FSM saludan a la CELAC


La Federación Sindical Mundial en la Región de “Nuestra América” manifiesta su pleno respaldo a los esfuerzos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), para enfrentar los desafíos del escenario internacional y realizar esfuerzos que impulsen ritmos de crecimiento económico sostenido, dinámico y de largo plazo.

La integración latinoamericana y caribeña constituye la única alternativa viable para alcanzar tales empeños en la región. Estamos conscientes de que ¡O nos unimos o perecemos!

Por ello para nosotros es insoslayable saldar la deuda con aquellos preclaros próceres que inscribieron en nuestra historia la lucha por la unidad para construir la Patria Grande que nos haga más fuertes al posibilitar una mejor inserción y proyección de nuestra región en el ámbito internacional.

El movimiento sindical clasista, que lucha verdaderamente por los intereses de los trabajadores que representa y que históricamente ha estado a la vanguardia de los procesos de cambio, no puede estar hoy a la zaga de ellos.

Los sindicatos de “Nuestra América” tenemos que asumir las responsabilidades que nos corresponden ante la perentoria necesidad de contribuir a la unidad en la diversidad.

Hay que aportar, con nuestras voces, no pocas veces silenciadas, y con nuestra acción, a trazar la ruta transformadora que sane las heridas provocadas por la imposición de injustos sistemas que han profundizado los problemas que afectan a los trabajadores y pueblos, como son el desempleo, la pobreza, la explotación laboral, la desigualdad y la injusticia.

El agotamiento del paradigma neoliberal de relaciones laborales vigente en nuestro continente nos demanda construir uno nuevo.

Se requieren vínculos laborales en los que el trabajo humano sea considerado con criterios que excedan el marco del mercado económico al apoyarse en principios de justicia social.

La Declaración de la II Cumbre de la CELAC alienta a vislumbrar la posibilidad de rescatar derechos laborales perdidos, de fomentar la negociación de convenios colectivos justos.

Aspiramos a que se hagan realidad los propósitos acordados de impulsar la equidad e inclusión social, erradicar la discriminación, las desigualdades, la marginación, las violaciones de los derechos humanos y las transgresiones al Estado de derecho.
Nos manifestamos por el respeto a los derechos humanos de los y las trabajadoras migrantes, que por condiciones de vida o guerra se ven obligados a abandonar sus pueblos en busca de condiciones de vida digna y paz.

Aspiramos también a la protección de todos los y las trabajadoras mediante servicios de salud públicos eficientes y de calidad.

Queremos aportar a sociedades en las que se fortalezca la democracia realmente inclusiva, en las que se actúe por hacer transitar a nuestros pueblos hacia el desarrollo independiente y sostenible, hacia el bienestar, la calidad de vida para todos con una más equitativa distribución de la riqueza que con nuestro trabajo creamos.

Manifestamos, de manera diáfana, la voluntad de defender la soberanía y la independencia de nuestros países. Manifestamos nuestra voluntad de actuar contra la explotación de las trasnacionales cuyos importantes flujos de inversión, si bien necesarios, deben contribuir, efectivamente, a los procesos de desarrollo de nuestros países sin imposición de condicionalidades, con respeto a su soberanía.

Apoyamos la intención de dotarnos de mecanismos apropiados para la solución de controversias con inversionistas extranjeros y manifestamos nuestra solidaridad con los países de la América Latina y el Caribe que están siendo afectados por reclamaciones que ponen en riesgo el desarrollo de sus pueblos.

Reafirmamos y apoyamos el contenido de la Declaración o Proclama del Encuentro Social por la Patria Grande, que se realizará en San José, Costa Rica, en el marco de la III Cumbre de la CELAC, conscientes de que este mecanismo es un proceso de extraordinaria significación estratégica para los destinos de “Nuestra América” en el que se reconocen las bases que nos identifican sin que medien intereses hegemónicos externos reivindicando la soberanía de nuestras naciones.

Luis Chavarría Vega
Coordinador de la FSM por Centroamérica

Secretaría de la Federación Sindical Mundial
Federación Sindical Mundial Centro América
Federación Sindical Mundial América Latina